CASO STANLEY: ¿VÍCTIMA O VILLANO?
- Para convertir primero a Stanley en santo, iluminado, profeta, nos endilgaron su imagen y voz, pero no haciendo chistes, “sino recitando poemas y pensamientos nobles y bondadosos”.
- Las autoridades devolvieron el golpe también de la manera más previsible: Convirtiendo a la víctima en el malo de la película, al decir que Stanley andaba metido en el turbio mundo de las drogas.
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Tercera de siete partes)
Ciudad de México.- Para convertir primero a Stanley en santo, iluminado, profeta, nos endilgaron su imagen y voz, pero no haciendo chistes, “sino recitando poemas y pensamientos nobles y bondadosos”.
Y las autoridades devolvieron el golpe también de la manera más previsible: Convirtiendo a la víctima en el malo de la película, al decir que Stanley andaba metido en el turbio mundo de las drogas, “que nos cuenta de una vida privada llena de escándalos, mujeres, enredos y mentiras, para que dejemos de exigir justicia”.
Efectivamente, se montó el asunto de El Flama, un cautivo mercenario siempre dispuesto a mentir con tal de obtener provecho económico.
Y con tal de distraer la atención pública, las autoridades ordenaron el espectacular arresto de un ex malhechor apodado El Cholo, una edecán rubia, Paola Durante, Mario Bezares y compañía, “presuntos responsables del brutal doble asesinato en El Charco de las Ranas”.
En medio de una tempestad intencional de engaños, intereses y deslealtades, una hermosa, influyente e “invisible” colombiana pudo ser la clave para aclarar el asesinato de Stanley.
En información, siempre extraoficial, se dijo que el famoso animador habría pagado cara su deuda con proveedores de estupefacientes y su traición a una amistad que enturbió a base de crueles embustes.
Y se dejó en el misterio otra posibilidad: Que el verdadero negocio para el que se preparó el rubio locutor, era un gran contrabando de armas de alto poder, como las que tenía en 1984, en su domicilio, al ser arrestado José Antonio Zorrilla Pérez, titular de la Dirección Federal de Seguridad, presunto autor intelectual del crimen del periodista Manuel Buendía Tellezgirón.
En efecto, nunca se dio a conocer el paradero de las metralletas Uzzi israelíes, que por decenas almacenaba en cajas especiales el polémico, Zorrilla Pérez y que le fueron decomisadas una vez que perdió el gran poder que ejercía en la política.
Además, también se rumoró con insistencia en los medios policiales que el comentarista de televisión vislumbraba con atención el negocio de jóvenes hermosas, las que ahora son calificadas como “scorts” y que procuraba reunir en una casa de la colonia Roma.
Francisco Jorge Stanley Albaitero era gran amigo de una señora, mejor conocida como “La Madame de las Lomas«.
En cuanto a su intención de montar una gran oficina relacionada con elementos de seguridad, era absolutamente cierto que habría necesitado una fortuna, que aparentemente no poseía, pero que se consideraba posible porque Stanley tenía mucho dinero que de ninguna manera pudo ganar con su carrera profesional. Se trataba de “montañas de dólares y Centenarios” que guardaba en cajas fuertes cuya combinación sólo el comediante sabía, aunque de vez en cuando dejaba que su hijo Paul tomara “lo que su manita recogiera”.
El entonces niño habló de esas fortunas y cuando el hijo mayor de Paco fue nombrado albacea, contrató un cerrajero y con ayuda de un abogado abrieron algunas oficinas y se llevaron por lo menos un par de portafolios metalizados “con algo pesado en su interior, billetes o monedas de oro”, según vigilantes que declararon.
Algunos detectives nos dijeron que la relación, en la posibilidad del negocio de las armas, se da con el arresto de un conocido contrabandista que tenía en su poder armas dotadas de mira telescópica y rayos láser, que no abundaban en México.
Aparte con la consecución de “charolas” o credenciales oficiales de Gobernación, con autorización para portar armas… Que jamás poseyeron Paco Stanley, su hijo y el comediante “Mayito”, ni los guardaespaldas.
Como es sabido, las credenciales fueron entregadas por un funcionario que apenas tenía unos meses en Gobernación, a “escondidas de sus jefes”. Y las otorgó con todo el protocolo “porque urgía para que los usufructuarios pudieran protegerse de los continuos asaltos que padecían”.
El día 11 de mayo fueron firmadas de “recibidas” las credenciales, y pese a la urgencia con que fueron solicitadas, Francisco Jorge Stanley Albaitero y sus también “desprotegidos” ayudantes jamás las utilizaron para adquirir y portar un arma de fuego.
Es por ello que los criminales que llegaron en el auto Jetta, que solícitamente les “consiguió” un delincuente apodado El Diablo, (ex chofer del exesposo de Alejandra Guzmán, Pablo Moctezuma), no tuvieron problemas para actuar impunemente ante el caso del comediante Mario Rodríguez Bezares, (el 7 de junio del mismo año), “entretenido” misteriosamente en el sanitario del restaurante El Charco de las Ranas, cuya ubicación la misma mañana “Mayito” dio a conocer por teléfono a una mujer no identificada; los asesinos “trabajaron” frente a seres que no llevaban armas para su defensa.
El crimen estuvo a punto de ser aclarado, pero la suerte impidió que así fuera: dos policías que estaban en el restaurante incidentalmente, (querían una firma para comprobar su rondín de vigilancia), se enfrentaron a balazos con los agresores y una de las balas policiales estuvo a punto de derribar a un atacante, quien trastabilló, pero no perdió más el equilibrio cuando se daban a la fuga y escapó en el Jetta gris, que dejó manchado de sangre.
(Cabe mencionar que los heroicos guardianes de la ley nunca recibieron el homenaje que merecían por su valentía). En cambio, dos policías que encontraron a la “Mataviejitas” cuando corría junto con su cómplice de crímenes, un taxista que jamás fue castigado, la detuvieron y recibieron un departamento y cien mil pesos cada uno como recompensa, igual que un empleador particular que sorprendió a la pareja prófuga cuando salía del escenario de su último crimen, en la Colonia Moctezuma.
Como nunca se utilizaron las “charolas” para comprar pistolas de defensa, entonces los detectives informaron que “posiblemente era otro el móvil del artero crimen frente al Charco de las Ranas, donde fue herido de muerte un vendedor de seguros y quedó gravemente lesionada su mujer y un acomodador de autos”.
Es decir, comentaron los agentes, que “las montañas de dólares y de monedas de oro” quizá fueron entregadas a Paco Stanley para el negocio de elementos de seguridad y nunca lo llevó a cabo, “a lo mejor no devolvió el dinero”.
¿Y cuál era el eslabón hipotético de las armas, quizá el de las “scorts”, entre un acopiador de armas “que no abundaban en México”, entre el vendedor de armas y Paco Stanley?
El acopiador habría sido alguien como José Antonio Zorrilla Pérez, (¿Para qué querría decenas de metralletas israelíes en uno de sus domicilios, que alquiló a una mujer que dejó caer accidentalmente una enorme caja de madera y descubrió el contrabando sin querer?), el contrabandista un individuo de apellido Halloran y un importante personaje que ligaba indisolublemente a la familia Stanley con la familia Durruti.
Daba la extraña casualidad que Paco Stanley era “cuñado” de Javier Fernando Durruti Castillo, hermano de la edecán Mónica Durruti Castillo, quien obsequió un hijo, (Paúl), al comediante y en su oportunidad reclamó la cuarta parte de la cuantiosa herencia que dejó el locutor.
Un dato importantísimo en su época fue comprobar que el influyente político y exjefe de la Dirección Federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Pérez, protegía amplia y decididamente a Javier Fernando Durruti Castillo, «El Flaco» o «El Lápiz» como se le conocía, porque, se juraba, había participado activamente en la ejecución de gran número de colombianos arrojados al Río Tula en tiempos de los jefes policíacos Arturo Durazo Moreno y Francisco Sahagún Baca.
Y no solo eso: “El Flaco”, también conocido como “El Lápiz”, fue quien acribilló a tiros a José Luis Alonso, “El Chocorrol”, presunto asesino del columnista Manuel Buendía Tellezgirón, periodista incómodo para los amigos de Zorrilla Pérez.
Y se manejaba otro posible móvil del brutal asesinato en El Charco de las Ranas: Paco Stanley, se dijo, “pidió mercancía y dinero a cambio de liberar, a base de influencia, al gatillero encarcelado”.
Así lo mantuvo durante muchos años y, como por coincidencia, Paco Stanley “quería” con Alicia Roxana Vivanco Reyes, amiga, novia o esposa de Javier Fernando Durruti Castillo, conocida de la también edecán Mónica Durruti.
Si eso fue verdad, se conjugaban móviles: engaños con dinero, engaños personales, trucos pasionales, (“lo libero, pero ya sabes”…), solicitudes de “mercancía” y billetes verdes.
Casualmente, unas semanas antes del 7 de junio de 1999, Javier Fernando Durruti Castillo fue liberado sin la menor intervención en su favor de Paco Stanley.
Mónica Durruti comunicó al padre de Paúl, Stanley Durruti, (al parecer, actualmente es empleado de una televisora), que “El Flaco” había recuperado su libertad y comenzó una etapa de zozobra para el locutor.
Por la mañana del 7 de junio, los comediantes no sabían a qué restaurante irían a almorzar, lo decidieron de última hora. ¿Cómo fue posible primero que los criminales supieran dónde estaría Paco Stanley, segundo que iban a retirarse del “Charco”, pero que tenían que esperar a “Mayito”?