CDMX: Cárteles protegidos
Ricardo Ravelo
Seis cárteles de la droga –Jalisco, Sinaloa, Viagras, Unión Tepito, Tlahuac y La Familia Michoacana –se disputan el negocio del narcomenudeo en la capital del país, la cual es considerada la de mayor consumo de drogas en todo el país.
Estos grupos criminales controlan el mercado de las drogas en lo que se conoce como El Valle de México, que comprende estados como Hidalgo, Tlaxcala, Estado de México y Morelos. La droga, de acuerdo con fuentes policiacas consultadas, llega al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) en aviones comerciales y, desde ahí, se distribuye por todas las arterias de la capital del país, donde habitan unos 25 millones de personas.
Los cárteles referidos operan no sólo con la venta de cocaína, heroína, drogas sintéticas –incluido el fentanilo –sino que también se dedican a las extorsiones, secuestros, cobro de piso a comercios grandes y pequeños y venta de protección; de igual forma controlan la piratería y todas sus actividades están bajo protección de ciertos grupos policiacos.
La ruta de la droga
La dinámica del narcotráfico en la Ciudad de México se ha incrementado, sobre todo, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde operan unos seis cárteles, según información de la DEA, la agencia antidrogas norteamericana.
El AICM es clave en el transporte de enervantes que provienen de centro y Sudamérica, así como para el envío de dinero y precursores químicos que son traídos de Alemania o Asia y que sirven para elaborar drogas químicas, como el fentanilo, que el año pasado causó la muerte de más de cien mil personas en Estados Unidos.
Las autoridades norteamericanas han alertado que la terminal aérea de la capital del país está controlada por grupos criminales que operan en narcomenudeo en la ciudad y que, además, mueven cuantiosos cargamentos de drogas hacia Estados Unidos-.
Aunque las autoridades siempre han negado la operación de cárteles en la Ciudad de México, lo cierto es que al menos seis cárteles ya tienen amplia actividad en la capital del país y dominan municipios completos, donde mueven droga a granel, cobran el llamado derecho de piso, secuestran y trafican con personas.
El A mediados del 2022, la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana, a cargo de Omar García Harfuch, desmanteló una célula del grupo “Los Chapitos” que estaban afincados en Tlalpan, particularmente en la zona conocida como Topileo, en la carretera federal que conduce de la ciudad de México a Morelos.
En esa zona, que conecta a la ciudad de Cuernavaca por la carretera libre, “Los Chapitos” habían alquilado una casa de seguridad donde escondían a personas privadas de su libertad. En la región, los habitantes los detectaron y los denunciaron a raíz de que perpetraron varios secuestros.
Según los vecinos del lugar, el grupo criminal se movía a deshoras de la noche, portaban pasamontañas y andaban fuertemente armados. En la casa de seguridad había tres personas plagiadas en el momento en que la propiedad fue cateada por parte de la policía.
En concreto, la zona de Topilejo, en Tlalpan, se había convertido en una extensión del cártel de Sinaloa, el más poderoso de América Latina, de acuerdo con datos de la DEA, la agencia antidrogas norteamericanas.
La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, presume que la capital del país cuenta con la mejor policía de todo el territorio nacional; también pregona que no hay cárteles en la principal urbe de la República.
Sin embargo, en la ciudad de México no sólo se refugian los líderes y operadores de los principales cárteles: también han extendido sus redes criminales y cuentan con amplios mercados para la distribución de todo tipo de drogas, desde cocaína y heroína hasta las llamadas drogas de diseño, que han causado explosión en el mercado de consumo.
De acuerdo con reportes oficiales, en la ciudad de México operan seis cárteles. Estos son Unión Tepito, Anti-Unión Tepito, Sinaloa, Cártel de Jalisco, cártel de Tláhuac y la Familia Michoacana, que además de Michoacán también cuenta con una base de operaciones en el estado de México, principalmente en Ecatepec, el municipio más grande del país y uno de los más violentos.
Estos grupos de la delincuencia organizada se disputan el enorme mercado de consumo de drogas; tienen operadores en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), hasta donde arriban los cargamentos de droga que, después, son guardados en bodegas clandestinas y distribuidos en bares, cantinas, antros de todos los niveles, casas de juego, prostíbulos, table dance y discotecas de colonias tanto populares y de postín, como Polanco, Las Lomas, El Pedregal de San Ángel, Santa fe, entre otras.
Todos estos grupos criminales operan, además, el cobro de piso, la venta de protección, la prostitución a través de mujeres traídas del extranjero que son explotadas en el negocio sexual; de igual forma manejan la piratería y todas sus actividades se realizan, según las fuentes consultadas, con el apoyo de la policía de la Ciudad de México, la misma que según la jefa de Gobierna es una de las más eficaces del país.
Territorio de cárteles
Durante más de una década, las autoridades de la Ciudad de México –la más poblada de América Latina y una de las más grandes del mundo –han negado la presencia de los cárteles de la droga.
En las calles de la capital del país, en bares, prostíbulos y cantinas, muchos de ellos localizados en zonas exclusivas como las colonias Roma, Polanco, Condena o Zona Rosa, con frecuencia ocurren asesinatos, secuestros y extorsiones, pero todo se le atribuye a la delincuencia común cuyos líderes habitan en zonas y barrios violentos, una suerte de submundo donde todo huele a ilegalidad.
En gran medida, la clave de las autoridades capitalinas ha consistido en voltear hacia otro lado, a la provincia, donde los líderes criminales se disputan el mercado de consumo y los territorios, pero en la Ciudad de México siempre se ha negado no sólo la presencia, también las operaciones de los más importantes cárteles del narcotráfico, una realidad que ya no puede ocultarse.
En la medida en que los grupos criminales fueron creciendo en el país, antes y después del sexenio de la guerra que encabezó Felipe Calderón, los jefes de los cárteles utilizaron a la Ciudad de México como un refugio seguro. En la gran metrópoli no había ajustes de cuentas, tampoco persecuciones y menos balaceras al estilo Tamaulipas o Sinaloa.
Esta suerte de “pax mafiosa” permitió que los grandes capos del narcotráfico adquirieran fastuosas mansiones para vivir o pasar algunos días en lo que se enfriaban sus plazas de la violencia. En la Ciudad de México vivió Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, cuando era jefe del cártel de Juárez. Antes, en 1988, estuvo preso en el reclusorio Sur, acusado de uso de arma prohibida. Permaneció tres años preso. Recobró su libertad y, en unos cuantos meses, se entronizó en la jefatura del cártel juarense luego del asesinato de Rafael Aguilar Guajardo.
En Chimalhuacán, al norte de la ciudad, vivía Eduardo González Quirarte, “El Flaco”, publirrelacionista del cártel de Juárez y hombre de confianza de Carrillo Fuentes. Otros que habitaron en la ciudad de México fueron los hermanos Beltrán Leyva, jefes de una de las células más poderosas del narcotráfico. Luego, Arturo Beltrán, “El Barbas”, se mudó a Cuernavaca y se instaló en un lujoso departamento frente a la zona militar.
Dámaso López, el famoso “licenciado”, socio de Joaquín Guzmán Loera, fue detenido en un departamento de la ciudad de México mediante un operativo coordinado por Omar García Harfuch, quien fue atacado a balazos en la ciudad de México, según él mismo reconoció, por el Cártel de Jalisco Nueva Generación.
Durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera, la presencia del narcotráfico siempre fue negada en la capital del país. El exjefe de gobierno y actual senador de la República por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) aceptó que en la Ciudad de México había delincuencia, bandas dedicadas al narcomenudeo y a otros delitos, pero negó que hubiera cárteles de la droga.
Sin embargo, la realidad ya no puede ocultarse. Ante la narcodinámica que enfrenta la Ciudad de México, la jefa de gobierno, Claudia Cheinbaum reconoció:
“Siempre ha habido presencia de estos cárteles en la Ciudad de México, el problema es que no había violencia, el problema es que se les dejó crecer mucho y nos toca controlar eso y entrega una ciudad segura. Una cosa era que declarativamente se decía que no había cárteles, pero otra es que se les creyera”.
Con cárteles o delincuencia común lo cierto es que la violencia ha crecido en la Ciudad de México. Ahí está el caso, por ejemplo, del asesinato de Roberto Ronquillo, estudiante de la Universidad de “El Pedregal” y de Leonardo Avendaño, alumno de la Universidad Intercontinental, así como el ataque armado que dejó al menos dos personas muertas, dos lesionados y varios detenidos en calles de la colonia Héroes de Padierna, ocurridos en el perímetro de la alcaldía de Tlalpan.
Radiografía del narco
De acuerdo con informes oficiales tanto federales como de la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana de la Ciudad de México, los cárteles locales han aumentado. Y también los delitos cometidos por sus operadores. Su portafolios de actividades incluyen el narcomenudeo. Se ofertan todas las drogas, desde marihuana, cocaína, crack, piedra, metanfetaminas, drogas sintéticas variadas hasta heroína, incluso de la negra, la más cara y la más adictiva.
Todo esto ofrecen los cárteles que operan en la Ciudad de México –y que están enfrentados por el control territorial y el mercado de consumo –que son Tláhuac, Unión Tepito, Los Manzanares, Neza, Los Cambrones y Fuerza Anti-Unión.
A estos se suman amplias redes criminales de los cárteles de Sinaloa y Cártel de Jalisco Nueva Generación, que encabeza Nemesio Oseguera y cuyos tentáculos se han extendido a lo largo y ancho de la capital del país gracias a la sociedad que establecieron con el cártel Unión Tepito, uno de los más violentos.
De acuerdo con informes de la Secretaría de la Defensa Nacional, en la zona metropolitana –que incluye el Estado de México y sus municipios más grandes –Ecatepec y Cuautitlán Izcalli –operan cárteles michoacanos y guerrerenses.
Se trata de Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana y células del cártel del Milenio, que está representado por la familia Valencia. Según una fuente consultada, que solicitó el anonimato por temor a represalias, en la periferia de la Ciudad de México y en el corazón de la capital del país también tienen gran operación los cárteles de Los Rojos –su territorio de asiento es Morelos –y Guerreros Unidos, cuya base de operaciones es el estado de Guerrero.
Ambos cárteles son sumamente violentos, tanto, que al cártel de Guerreros Unidos se les atribuye la desaparición y muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapan, ocurrido en 2014, cuyo caso sigue bajo investigación por parte de la Fiscalía General de la República, que ya echó por tierra la llamada “verdad histórica” construida en el sexenio de Enrique Peña Nieto basada en la tesis de que los normalistas fueron asesinados y quemados en el basurero de Cocula, municipio de Iguala.
Las dudas sobre las operaciones de grandes cárteles pesaban en el imaginario colectivo hasta antes del viernes 26 de junio de 2022, pero después de ese día la realidad dio un gran viraje.
Esa mañana, el secretario de Seguridad Pública Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch se dirigía como de costumbre a la reunión que todos los días sostenía con la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum. Al cruzar por la avenida Reforma y Prado Norte, 30 sicarios, presuntamente del Cártel de Jalisco, ya lo esperaban.
El grupo estaba fuertemente armado. Habían preparado el atentado tres semanas antes. Estuvieron refugiados en una casa de seguridad de Tláhuac. Portaban rifles de asalto, Barret calibre .50, metralletas, granadas, entre otras. Cuando el funcionario cruzaba por esas calles le atravesaron un camión y abrieron fuego en contra del vehículo en el que se transportaba. Ahí murieron su jefe de escoltas y uno de sus choferes. El funcionario sólo resultó herido, aunque no de gravedad. Salvó la vida por el blindaje de su camioneta y por la reacción de la policía capitalina.
Desde la sala del hospital Médica Sur, donde fue atendido e intervenido quirúgicamente, García Harfuch informó, a través de su cuenta de Twitter, que los autores del ataque fueron sicarios del Cártel de Jalisco. La afirmación causó sorpresa, sobre todo, porque todavía no se iniciaban formalmente las investigaciones ni se habían emitido conclusiones al respecto. Sin embargo, él ya el funcionario ya lo sabía.
Desde entonces, para los habitantes de la capital del país ya no queda ninguna duda: en la ciudad de México operan varios cárteles y sus actividades son tan habituales como ocurre en Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa, Quintana Roo, Tijuana, Nuevo León, las plazas más violentas del narcotráfico.
Según la fuente citada e informes de la Secretaría de Seguridad Pública, la causa del ataque a García Harfuch pudo haberse decidido por los golpes que ha asestado al cártel Unión Tepito, socios del CJNG.
Y es que desde que García Harfuch tomó posesión del cargo, en octubre de 2019, empezaron los golpes a ese grupo criminal, aunque sin mucho éxito. En enero de este año, se implementó un operativo en Tepito, con el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Durante los cateos, se aseguraron vehículos, dinero en efectivo, droga de todo tipo –marihuana, cocaína, crack, entre otras –y varios cráneos humanos que formaban parte de un altar propio del culto a la Santería.
Fueron detenidas 27 miembros del grupo criminal y presentados ante un juez federal bajo cargos de delincuencia organizada. Sin embargo, menos de 48 horas después todos los detenidos fueron puestos en libertad por falta de pruebas.
Sobre el atentado contra García Harfuch circulan dos versiones: la que él mismo difundió atribuyéndole la autoría al CJNG y otra más que establece que el funcionario podría estar coludido con un cártel rival al que encabeza “El Mencho”, lo que habría provocado la ira de esa organización criminal.
Los cárteles de la Ciudad de México se disputan el mercado de las drogas en zonas como Tepito, Tláhuac y la zona de fiestas y “reventones”, el corredor Roma-Condesa, una de las más concurridos porque es la que concentra una buena cantidad de bares, cantinas, prostíbulos, casas de cita y negocios de los llamados giros negros.
En estos bares es común la violencia y hasta los crímenes. Un ejemplo: La madrugada del pasado 15 de abril se escucharon balazos a la salida de la discoteca “Denbauw”, localizada en la colonia Condesa. Los disparos cegaron la vida de un sujeto.
Habitantes de la zona dijeron que es común este tipo de asesinatos a las afueras de los bares por temas de drogas o ajustes de cuentas. Se trata de una guerra entre grupos de narcotraficantes, sobre todo entre los cárteles rivales que se han enfrentado a La Unión-Tepito, el más violento y el que tiene el control del narcomenudeo en buena parte de la capital del país.
Crímenes como estos ocurren todos los días, muchos de ellos tienen que ver con el crimen organizado, pero las investigaciones se quedan pendientes y en ocasiones los casos ni siquiera se investigan. La impunidad priva por todas partes, mientras el narcotráfico opera abiertamente y frente a las autoridades capitalinas.
Las operaciones del narcotráfico en la capital del país están a cargo de los cárteles La Familia Michoacana, Sinaloa, Cártel de Jalisco, Unión Tepito, cártel de Tláhuac y Anti Unión Tepito. Todos estos grupos trabajan al menos con 25 tipologías delictivas; las más socorridas son el secuestro, tráfico de drogas de todo tipo, incluidas la de diseño, así como el cobro de piso y las extorsiones.
Frente a estas actividades, las autoridades no quieren reconocer que la ciudad de México es territorio de cárteles; sostienen que sólo hay narcomenudistas pero no grupos criminales poderosos. Sin embargo, los informes oficiales y de la DEA, la Agencia Antidrogas Norteamericana, sostienen que en la capital del país sí operan los grandes cárteles y ejercen férreo control en diversos puntos de la ciudad más poblada del país