DESAFÍO
Rafael Loret de Mola/Sol Yucatán
*Derrames Constantes
*Cubrebocas, el Tema
Estamos dentro de un gran cañón, mayor que el bellísimo del Sumidero en Chiapas y el de la Barranca del Cobre en Chiapas –allí donde se situó un día Ernesto Zedillo para rendir un absurdo informe trimestral que, por supuesto, no tuvo continuidad porque los corresponsales lo exhibieron como uno de los mandatarios que recibieron dinero del narcotráfico para financiarse, igual que el colombiano Ernesto Samper-. Ahora transitamos entre hundimientos más severos como los que causan los derrumbes permanentes del señor López Obrador quien como sus predecesores no tiene idea de cómo gobernar a este país.
No le importa ir de gira cuando solicita que los demás se queden en casa; no le interesa lo que su ejemplo pueda causar en ausencia de alguna medida sanitaria a su paso creyéndose invulnerable quizá hasta que la naturaleza lo ponga en su lugar; le vienen de cualquier manera las críticas a sus empeños por construir obras en sitios no adecuados condenándolas a su paralización luego de derrochar millones de pesos; en fin, lo que le importa, imitando al nonagenario Echeverría, es ganar los principales titulares de los periódicos cada día. Estamos, creo, situados a mansalva en la década de los setenta, medio siglo atrás.
Un sujeto que, desde la cúpula del poder, insiste en que ya tocamos fondo cuando la gran recesión aún no empieza, acaso motivado porque la mezcla mexicana de crudo –no de crudos, aunque también la hay-, cotiza a más de treinta y dos dólares en un mercado cambiante, no tiene idea de las dificultades que atravesará el mundo para emerger tras la pandemia brutal que todavía nos azota bajo pronósticos ominosos del doctor Hugo López-Gatell y acciones irresponsables de su jefe, Andrés Manuel, a quien por cierto, zalamero, le dijo que no era un factor de contagio sino un factor moral. Invulnerable… y se lo creyó.
Parecía que estábamos en el período de Miguel Alemán cuando estaba prohibido difundir si el presidente contraía una gripe que lo obligaba a guardar reposo porque para la propaganda política él era “un roble” sin posibilitar de enfermarse, esto es una especie de santón a quien le había entregado la Divinidad el don de la salud perpetua. Como a López Obrador quien pese al privilegio de sentirse “invulnerable” carga con un equipo de médicos –uno para atender sus cardiopatías y otro para sus constantes dolores de espalda como los que padecía Kennedy, referente que le conforta aunque el paralelismo lleve buena dosis de maldad por cómo terminó la gestión del mandatario del bloqueo a Cuba en octubre de 1962-, por si acaso. Más vale la prudencia en todo caso aunque su mensaje lleve a la desgracia a miles que se ven reflejados en él.
El asunto es que el gobierno de la 4T –una verdadera falacia-, está rebasado, descontrolado, entre otras razones porque “el pueblo” –prefiero llamarlo opinión pública- ya no se traga las monsergas y comienza a despertar, a claxonazos por ahora, y valorar el desastre como legado del primer año y medio de un demagogo vestido de mesías de pacotilla.
La Anécdota
Ocurre que si en una nación el tema principal es el cubre-bocas considerado como el elemento esencial sanitario para confirmar la “sana distancia” y asumir la “nueva normalidad” –denominaciones ad hoc a la inteligencia de los dirigentes universales que pareen prepararnos para la extinción, como ya adelantaron varios científicos de relumbrón-, ello se debe a la parálisis, no solo el confinamiento casero, de la burocracia obligada a aplaudir las estadísticas de López-Gatell.
Pero, además, ¿qué debe hacerse con el presidente? ¿Una sanción administrativa severa, por sus repercusiones, por no usarlo en Yucatán en donde es obligatorio llevarlo? ¿Arresto si viaja a Jalisco en donde la policía asesinó a Giovanni López, un albañil humilde aprehendido por no tener el famoso tapabocas al tiempo que López Obrador en sus giras se burla de las restricciones sanitarias?
Queda claro que el presidencialismo se mantiene y el jefe del Estado sigue sintiéndose superior al resto de los mexicanos. Más cerca del fascismo que de la utópica democracia.