- Donde nació Rafael Pérez Hernández, quien a temprana edad fue llevado a Chihuahua, donde le encantaba asistir a la escuela primaria Relató a su hija que luego de la separación respectiva, viajó a la Ciudad de México, y un día, en una librería céntrica, cerca del Zócalo, vio a quien sería su segunda esposa, Sonia María Rosa Noé
Redacción/Sol Yucatán
Ciudad de México.- Esa infamia fue exagerada por el escritor José Emilio Pacheco y el productor Arturo Ripstein, a quienes, junto con Rodolfo Echeverría Álvarez, la familia Pérez les tenía especial rencor por los embustes en que basaron la película El Castillo de la Pureza, que en 1973 fue premiada con un Ariel de oro.
Lo que se considera la verdad en esta lamentable y dramática historia fue narrada por una dama, pariente de la familia Noé, entrevistada en su domicilio de la colonia Portales, en la calle Bélgica, salvo error u omisión.
Dijo la señora que todo comenzó en Jalisco, donde nació Rafael Pérez Hernández, quien a temprana edad fue llevado a Chihuahua, donde le encantaba asistir a la escuela primaria.
Un día, el muchachito jugaba en una calle del Estado de Aguascalientes—a donde fueron de visita los Pérez— y decidió viajar “de mosca” en un convoy ferroviario, pero la velocidad lo hizo perder el equilibrio y una rueda le separó el brazo izquierdo.
El valeroso niño no perdió el sentido, se fue caminando a su casa y le pidió a su madre que no se asustara, “por favor”…inmediatamente después la señora se desmayó por la impresión, al comprobar que su hijo no derramaba lágrimas.
El pequeño fue inmediatamente operado en Aguascalientes por el conocido médico Pedro de Alba, quien años después fue un gran diplomático al servicio de México.
El tiempo pasó con rapidez para Rafael Pérez Hernández, quien se enamoró de una hermosa chihuahuense y contrajeron matrimonio y procrearon varios hijos, entre ellos América Pérez.
No se supo bien el motivo del divorcio, pero América jamás olvidó a su padre y lo quería tanto, que llegó a visitarlo en México, sin importarle a la muchacha que su progenitor tuviese otra familia.
Rafael relató a su hija que luego de la separación respectiva, viajó a la Ciudad de México, y un día, en una librería céntrica, cerca del Zócalo, vio a quien sería su segunda esposa, Sonia María Rosa Noé.
La señorita hojeaba un libro y Rafael no tuvo más remedio que admirarla: descendiente de vascos, rubia, ojos azules y rostro hermoso, parecía inconforme con su destino. Efectivamente, la señorita deseaba alejarse de su hogar, no estaba a gusto en la Colonia Portales, donde en aquellos tiempos, una de las primeras bandas delictivas, Los Nazis, destacaba por su violencia.



