*El millonario norteamericano Joel David Kaplan fue tan “inocente” como los otros dos extranjeros que por instrucciones suyas asesinaron a tiros al ingeniero puertorriqueño Louis Melchior Vidal Jr.
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Séptima y última parte)
Ciudad de México.- El relato más profesional sobre el escape en helicóptero registrado el 18 de agosto de 1971, en el penal de Santa Martha Acatitla, Ciudad de México, sin duda alguna está contenido en el libro “Kaplan, Fuga en 10 Segundos”.
Obviamente, tiene una enorme tendencia a “demostrar” que el millonario norteamericano Joel David Kaplan fue tan “inocente” como los otros dos extranjeros que por instrucciones suyas asesinaron a tiros al ingeniero puertorriqueño Louis Melchior Vidal Jr.
Unos meses antes del crimen, había sido ametrallado en emboscada el tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien entre otras acusaciones afrontaba la brutal ejecución de tres hermanas de apellido Mirabal, opositoras a su despótico régimen en la República Dominicana.
Aparte del enfrentamiento al gobierno trujillista, una de las hermosas mujeres era pretendida en amores por el dictador y jamás aceptó tales requerimientos.
Pero la emboscada guerrillera acabó con las ilusiones y la vida de Trujillo, en una región por la que nunca viajaba el ahora occiso, prueba indudable para la policía secreta dominicana de que “alguien” lo había traicionado, al proporcionar fecha y casi hora exacta en que el “Generalísimo” estaría por ahí.
“Casualmente” su ahijado Louis Melchior Vidal Jr., se dio a la fuga hacia México con la intención expresada de “ocultarse por un tiempo, mientras las cosas se normalizaban”.
Los autores del libro “Kaplan, Fuga en 10 Segundos”, editorial Lasser, William Turner, Warren Hinckle y Eliot Asinof, desde el principio intentaron “confirmar” que el millonario Joel David Kaplan “no podía ser culpado del crimen de Louis Melchior Vidal Jr., porque estaba en Perú el día que el ingeniero fue acribillado a tiros en la carretera antigua México-Cuernavaca, a la altura del Segundo Cantil, lugar favorito de muchas parejas de enamorados”.
En realidad, como lo demostró la escritora Victoria Brocca, egresada de la Escuela de Escritores de la SOGEM, (Sociedad General de Escritores de México), Joel David Kaplan no sólo estuvo oportunamente en la ciudad de México, sino que convenció a Louis, su amigo, de que “los recién llegados, el ruso Petrushansky así como el cazador de nazis, Harry Kopelsohn, israelí, lo llevarían al escondite que funcionaría tal como había solicitado el puertorriqueño, hasta que las cosas se normalizaran”.
El “escondite” resultó ser una tumba improvisada en el Ajusco, donde los criminales extranjeros, por órdenes de Kaplan, abandonaron los restos del ingeniero presuntamente delator del último itinerario del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.
En la colección “Nota Roja” de la editorial Diana—excelente compilación de la crónica policiaca en la ciudad de México—y bajo el patrocinio de la Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal y la SOGEM, la escritora Victoria Brocca explicó así el asunto:
El 18 de noviembre de 1971 se encontraron en la maleza las ropas ensangrentadas de un hombre en el kilómetro 21 de la antigua carretera México-Cuernavaca, sitio denominado el Segundo Cantil y al cual diariamente acudían por la tarde numerosas parejas de enamorados.
(Obviamente, era otra época y la inseguridad era casi nula, los novios jamás eran molestados por vigilantes abusivos y menos por asaltantes violadores impunes como ahora, en que por instrucciones “superiores” ningún malhechor es molestado, para evitar que se queje contra el gobierno por “ataques a sus derechos humanos”).
Se localizaron 603 pesos en efectivo, (los agentes del Servicio Secreto estaban seguros de que Louis Melchior Vidal Jr., traía consigo 40,000 dólares), un pañuelo con una “L” grabada, un talonario de cheques de viajero, una llave perteneciente a la habitación 908 del hotel Continental Hilton, una cajetilla de cigarros, y un maletín de cuero en cuyo exterior figuraban las iniciales (raspadas) de su propietario. No resultó difícil, con todos esos datos, conocer la identidad del individuo: Louis Melchior Vidal Jr.
Inicialmente, explicó la señorita Brocca, las autoridades pensaron que elementos castristas radicados en México pudieron haber tenido responsabilidad en la desaparición de Vidal Jr., debido a las declaraciones realizadas en entrevista telefónica por Teresa Carrasquillo, esposa de Louis y examante de Joel David Kaplan, desde la ciudad de Nueva York. El ingeniero, dijo ella, ya con anterioridad había sido golpeado por castristas en aquella ciudad.
Mencionó también Teresa que su primer viaje a México obedeció a un negocio relacionado con la industria azucarera y que Vidal envió un telegrama con el siguiente texto: “Cantinflas aprueba y aprecia mi llegada, Louis”. Al preguntársele si su marido conocía al cómico mexicano, ésta respondió que “de ninguna manera, lo que pasa es que nuestro hijo se parece mucho a ese artista y es una broma que Louis acostumbraba hacer”.
Pero la versión recogida por el conocido Eduardo “El Güero” Téllez, reportero policial de El Universal, señalaba que Teresa había respondido: “No he entendido todavía lo que quiso decirme con ese mensaje. Él era jovial, pero nunca había tenido una gracejada de ésas. Nuestro hijo se parece a ese artista, pero es la primera vez que Louis me hacía una broma así”.
Ese telegrama hizo pensar a las autoridades que se trataba de un peligroso delincuente. También se consideró la posibilidad de que el sujeto desaparecido estuviera mezclado con miembros de extrema izquierda y que su viaje a México tuviera como objeto realizar actos de agitación.
Teresa había dicho también que hacía dos años, aproximadamente, Louis estuvo vinculado al negocio de los dólares cubanos. Los recibía directamente de Cuba y era considerado como un agente castrista.
Tiempo después estuvo en contacto con grupos anticastristas, lo que le costó una paliza. La esposa de Vidal declaró también que Louis había sido amenazado hacía tres meses, al contestar una misteriosa llamada telefónica. Denunciaron los hechos a la policía neoyorquina, pero no se investigó nada.
El 22 de noviembre de 1971 fue descubierto el cadáver con cuatro balazos en la cabeza, semienterrado en las inmediaciones del Ajusco, aproximadamente a cuatro kilómetros de donde estaban sus ropas ensangrentadas. El cráneo mostraba con claridad que el extranjero había sido golpeado antes de ser acribillado. Tres dedos del pie izquierdo fueron devorados por perros que merodeaban en el lugar.
La viuda viajó a México para reconocer el cadáver. Y dijo que el padre de Louis también participaba en el negocio de la moneda cubana. “Louis salía con sus amigos, pero nunca regresó borracho a la casa. Su mayor dicha era ir al cine y no tenía vicios de ninguna especie”.
También mencionó la posibilidad de que su esposo hubiera sido asesinado por elementos del régimen trujillista, “pues el gobierno del dictador dominicano le adeudaba más de un millón de dólares a su suegro por negocios realizados anteriormente en el territorio del mencionado país, y Vidal había sido, además, ahijado del llamado Benefactor”.
El padre de Louis sólo dijo: “Nadie más que yo mandé a mi hijo a México. Es mi representante e iba a tratar un negocio para la explotación de melaza”.
La señora Vidal también dijo que el padre de Louis se dedicaba a la construcción de puentes de acero en diversos países de Latinoamérica. Las autoridades, por su parte, confirmaron que durante la administración del Presidente Eisenhower, éste lo designó como embajador especial en España.
En el Servicio Médico Forense de la ciudad de México, el jefe de laboratorio “vivificó” el cuerpo con el fin de que el rostro, desfigurado por la fuerza de golpes y disparos, volviera a quedar como era en vida y en esa forma resultara más fácil la identificación, jamás se realizaron maniobras para dificultar la acción de la justicia.
En la “vivificación”, aseguró Victoria Brocca, se le colocaron prótesis oculares, ya que el ahora extinto había perdido los ojos por efecto de las balas, el trabajo realizado en el Semefo dio lugar a que Teresita no dudara ni un momento de que se trataba del cadáver de Louis Melchior Vidal, incluso algunos antiguos empleados, recordaban con pasmo el grito que lanzó la señora cuando reconoció a su esposo, “fue un gran sonido, un alarido que retumbó en las paredes del edificio”, decían…
La señora preparó entonces el envío de los restos a Nueva York, previo protocolo obligatorio ante el Registro Civil y la Secretaría de Salubridad y Asistencia, sin cuyos documentos oficiales jamás se habría autorizado la salida del cadáver.
A la viuda se le había pasado decir que alguien le llamó de México a Nueva York para decirle: “Louis ya esté muerto en México. Nosotros lo matamos. Ya tendrá noticias nuestras”.
También “se le olvidó” decir que había enviado una misiva a Louis: “Quiera Dios que cuando ésta llegue a tus manos estés gozando del clima y de lo bueno de México. Dime si Joel te fue a buscar al aeropuerto y cómo van los negocios. Me haces mucha falta.
Hoy llamé a Joel Valeriano y dice que todo va bien y quedó de llamarme hoy más tarde. Natán tiene que hablar con Joel acerca del Perú, dile que lo llame si puede lo más pronto posible. Según papi me dice, seguro vende y creo que la han limpiado para venderla. Te quiere. Teresita”.
El botones del hotel Hilton dijo que Louis se presentó por primera vez en el hotel el día 11 de noviembre de 1971, acompañado de dos individuos, uno norteamericano y otro mexicano, ambos impecablemente vestidos.
Se supo que Jack M. Kaplan, tío de David, y su hermano Abraham—padre de Joel David—en la década de los cincuentas estuvieron inscritos en Washington como agentes de Trujillo. Posteriormente, dijo Victoria Brocca, ya muerto Abraham, “J. M. Kaplan fue recontratado en 1962”. Por su parte, la policía neoyorquina informó que Louis contrabandeaba armas, las cuales introducía en Cuba procedentes de Estados Unidos, cuando Castro aún no era la máxima autoridad en ese país.
El Servicio Secreto indicó que Louis Melchior Vidal nació el 24 de agosto de 1928 y se dio de alta en el Ejército en 1955, sin que en 1971 existiera constancia de su baja y la razón de la misma. A fines de junio de 1960 estuvo en La Habana y conferenció con funcionarios del gobierno de Castro Ruz, de los cuales “recibió consignas especiales”.
Y se probó que el día que Kaplan recogió el equipaje de Vidal, (como si hubiera sabido que no volvería con vida), llevaba consigo la llave de la habitación 908, que posteriormente apareció en las ropas ensangrentadas, pues revisó la habitación según declaró oficialmente el botones Arturo Dessomes.
Y resultaba extraño el hecho, puesto que Kaplan expresó a los Vidal, (Louis y Teresita), que pospondría el viaje a México por tener que trasladarse a Perú. Vidal llegó a la ciudad de México sabiendo que su amigo no estaría ahí. Por su parte, Kaplan dijo que no podría ir y lo hizo.
El 5 de diciembre de 1971 los agentes federales anunciaron que ya tenían los nombres de los cuatro asesinos de Vidal y revelaron que habían utilizado un Buick color azul verde para trasladarlo y posteriormente victimarlo en el paraje donde fue localizado. Los asesinos entraron al país con nombres supuestos y pasaportes falsos. Así, amigo(a) lector(a), ¿dónde está la inocencia de Kaplan?.
El millonario se hizo pasar como “Albert Richard Yates, marino, de 30 años de edad”, con un documento aparentemente extendido por autoridades británicas.
El empleado Luis de Garay—uno de los detenidos—reconoció que había conseguido el Buick “por órdenes de su jefe Joel David Kaplan” y en la madrugada del día siguiente Kaplan le llamó por teléfono para pedirle que recogiera el vehículo.
Notó que el auto tenía dos perforaciones de bala en el vidrio de la portezuela izquierda, “me dirigí a un café de la Avenida Juárez y me di un baño en el hotel Regis, dejé estacionado el automóvil en una pensión de las calles Humboldt”.
Luis de Garay fue consignado como presunto responsable del homicidio y por encubrimiento. En el documento de consignación a la cárcel de Coyoacán, se solicitaba la aprehensión de Kaplan y los otros dos extranjeros por los delitos de homicidio calificado y violaciones a la ley de inhumación.
Un gran penalista, Víctor Velázquez, padre de Juan Velázquez, ahora célebre penalista defensor de exfuncionarios mexicanos, comenzó a insistir—según la señorita Brocca—en afirmar, (sin pruebas), que “el hombre del cantil no era Louis Melchior Vidal Jr.” Dijo públicamente que “las autoridades no se ocuparon de tomar las huellas del hoy occiso para confrontarlas con las del comerciante”.
Y que la prueba de identificación se redujo a la hecha por Teresa Carrasquillo, lo que no era cierto, pues también identificó el cuerpo una camarera que atendió al ahora desaparecido.
Recuérdese que en el libro “Kaplan, Fuga en 10 Segundos” se afirma, sin probarlo, que el ruso Petrushansky “compró” un cadáver en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Que se sepa la UNAM nunca se quejó y tampoco averiguó sobre la grave acusación, aunque en el Semefo se dijo que al anfiteatro de la institución “jamás se envían cuerpos no corruptos, casi siempre son restos en mal estado nunca identificados en el Forense, durante gran cantidad de días, y donde se conservan semanas en refrigeración sin que se detenga la corrupción más que lentamente”.
Por lo tanto, la “compra” del cadáver era más que incierta, buen ejemplo de la mitomanía mexicana a la que mucha gente está acostumbrada; Velázquez dijo que el cambio de personas se demostraba con algo sencillo: Louis tenía ojos cafés y el que “identificó” su esposa era una persona de “ojos azules”.
De ese tamaño fueron las barbaridades que se manejaron en el asunto Kaplan. Se hacía pasar como corderito al millonario, (como en todos los procesos penales donde es involucrado un magnate), y en realidad se le restaron méritos a una joven valiente, audaz, que logró lo que parecía imposible: sacar “por las buenas” a su hermano Joel David Kaplan, a quien quería entrañablemente.
Fue ella, Judy Kaplan, quien fue a los barrios bajos en Estados Unidos para conseguir mercenarios que sacaran, sin violencia, a su hermano Joel de la prisión de Santa Martha Acatitla. La joven arriesgó su vida en medio de personas que mataban sin titubear a otras personas, por dinero. Había que encontrar un camino para obtener la libertad de Joel, “sin importar cómo, por quién ni a qué precio”.
Inexplicablemente, las autoridades mexicanas, famosas en el mundo por su inclinación a los “acuerdos económicos”, seguían reteniendo tras las rejas al millonario norteamericano, sin “caer en el error” de liberarlo legalmente.
Judy, lamentablemente, se describía a sí misma como procedente de una larga descendencia de logreros, “negociantes fríos como el hielo, sin imaginación y mostrándose su odio, de hermanos y primos, dándose zarpazos unos a otros como chacales, peleándose por la carroña y sin que ninguno tuviera compasión por los demás”.
En un antiguo distrito de Miami no lejos del barrio cubano, residía como administradora de una casa, Nelli Hamilton, una dama maternal que hacía pocas preguntas y cuya regla de conducta más estricta era “que no se llevaran armas al comedor”. La señora no le preocupaba que uno de los huéspedes cruzara por la sala balanceando una caja de madera llena de granadas de mano, pero gritaba como una condenada si no se había limpiado los zapatos antes de entrar. Fueron contratados Víctor E. Stadter, Harry Orville Dail y Roger Guy Hershner.
Muchos intentos de fuga habían fracasado durante los años que pasó en prisión Joel en México.
Un falsificador venezolano de apellido Castro, quien posteriormente “escribió” un libro titulado “La Fuga del Siglo”, adjudicándose la idea y el control del personal involucrado, ya había fastidiado a Kaplan, quien un día consiguió una botella de alcohol, como posteriormente relató: “Estaba borracho pero ya no quería seguir oyendo a Castro. Salí y me puse a pasear alrededor del patio. El sol hizo que la cabeza me diese vueltas, tal como sabía que pasaría, me sentí mareado y después entontecido, y cuanto más paseaba menos importante me parecía cualquier cosa…
“Y de pronto, plantado allí como un borracho atarantado, en medio de aquel patio, se me pasó por la cabeza, la idea más extravagante de todas, y sin embargo, la más simple: podría salir volando de aquí en helicóptero”, expresó.
Asentada en el libro, la idea original, pues, fue del mismo Kaplan, aunque el embustero Castro juraba que de “él fue el proyecto”…
Al principio se pensó que el helicóptero volaría sobre el patio, se dejaría caer una escala de cuerda que agarraría Joel y seria elevado y trasladado fuera de allí. Pero se llegó a la conclusión de que la nave aterrizaría dentro de la prisión y Joel tendría que meterse de la manera como lo hacen normalmente los pasajeros. Y se necesitaría un helicóptero que pudiera operar a la altura de 2,300 metros de altura de Santa Martha Acatitla con su aire tenue.
Los mercenarios Víctor E. Stadter, Harvey Orville Dail, y Roger Guy Hershner adaptaron uno con turbina sobrealimentadora y costó 65,000 dólares. También se apoyaron con un automóvil moderno y una avioneta Cessna, además de contratar a una hermosa rubia para que distrajera a los guardias en algunos sitios.
Kaplan se había casado con la guatemalteca Irma Vázquez, a quien le dijo que se fuera a Estados Unidos y que dejara a la hija de ambos en México, por un tiempo. Kaplan debía permanecer alerta en el patio y agitar un periódico para ubicar el sitio exacto del abordaje. (La nave había sido pintada de azul para que la confundieran los guardias con un helicóptero oficial de la PGR).
El millonario y el reo de apellido Castro salieron al patio y se dejaron mojar por la lluvia; Kaplan mismo relató que “el helicóptero se acercó más bajo de lo que yo hubiera pensado, el mecanismo rotatorio sonaba con fuerza. En diez o doce segundos ya estaba en el suelo y corrimos hacia él, agitando periódicos, saltamos a bordo apenas un segundo o dos después de haber tocado tierra. El piloto nos sonrió a través de su barba, “hola, me llamo Roger Hershner”…
“Le pregunté qué esperaba para despegar y dijo que Vic le había dicho que contara hasta diez. Súbitamente sentimos un tremendo estremecimiento y el impulso hacia arriba y despegamos del suelo”, agregó Kaplan.
“Unos pocos presos estaban por ahí, asombrados. Nos elevamos majestuosamente sobre el muro de la torre donde se encontraban dos guardias de pie, contemplando cómo nos íbamos sin hacer nada. Daban la impresión de estar terriblemente confusos.
Es probable que no supieran si disparar contra nosotros o saludarnos. Los guardias tenían rifles en un armario por ahí cerca, pero no hicieron un solo movimiento para ir a buscarlos, y aun en el caso de que lo hubiera hecho, no hubiesen tenido tiempo de cargar y disparar. Estuve tentado de decirles adiós con la mano, pero no lo hice. Me quedé sentado allí y contemplé cómo el muro de la prisión se iba alejando más y más hasta que ya se perdió de vista. El único momento realmente aterrador que se produjo fue cuando salvamos el muro y el piloto inclinó la proa hacia tierra para ganar velocidad, durante un segundo pensé que nos íbamos a estrellar. No había puerta y me imaginé que podía caer fuera, en ese mi primer viaje en helicóptero”, concluyó Joel David Kaplan.
El resto fue sencillo: se utilizaron la avioneta y el automóvil, además de la distracción provocada por la rubia en la frontera con Estados Unidos y Joel David Kaplan, acusado del asesinato de su amigo Louis Melchior Vidal Jr., a quien no respetaba mucho que digamos, (Kaplan tuvo amoríos con Teresa Carrasquillo), llegó a su país y entró legalmente al mismo, para disfrutar de su libertad y de los millones que lo esperaban como herencia de Judy, Joel y otro hermano que ahorraba incesantemente.