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SIEMPRE FUE CLAUDIA…

Golpe de Tecla

Por Noé Zavaleta

“Yo quiero que sea Claudia, pero sí por algo no se da. Le va a tocar a Adán”, lo venía cantando el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador desde principios de enero y hasta julio de este año, cuando vio que la guerra sucia al interior del movimiento que lideraba empezó a recrudecer, prefirió guardar silencio y también, por cortesía política, guardar las formas.

“Yo quiero que sea Claudia, pero sino.. le va a tocar a Adán”, insistía López Obrador. Esta afirmación, le dio alas al exsecretario de Gobernación y exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López. Pues una vez que llegó a sus oídos, esas frases de que López Obrador soltaba en Palacio Nacional, en las oficinas de Presidencia y con su gente más cercana. Su paisano, se animó a invertir en casi siete mil espectaculares a lo ancho y largo de todo el país. Principalmente, en  Tabasco y en entidades federativas donde Morena es oposición como Jalisco, Guanajuato y Chihuahua.

El “yo quiero que sea Claudia, pero si no, que sea Adán”, los supieron las otras “cuatro corcholatas”, Marcelo Ebrard, Manuel Velasco, Ricardo Monreal y Gerardo Fernando Noroña quienes entraron -con conocimiento de causa- a una contienda interna, que desde el inicio ya estaba resuelta. Para ellos, el entrar a este Juego de la Oca político era parte del show para negociar sus posiciones y las ocupaciones de su gente en los próximos espacios públicos: Desde una candidatura a gobernador, hasta la presidencia del Senado, las presidencias de comisiones en San Lázaro, los escaños de diputados federales y locales y en cosas tan simples hasta como una regiduría, en las entidades donde también se juegan presidencias municipales.  

“Que sea Claudia y sino a Adán”, han explicado una y otra vez los cercanos al presidente, López Obrador, es porqué se garantiza que la mitad del gabinete continue en las riendas del poder. En otros cargos públicos -incluso de menor rango y envergadura- pero en el presupuesto oficial.

Se garantiza también, que los políticos más vetustos y los más leales a López Obrador continúen en el Gobierno Federal, en el Senado de la República y en el Congreso de la Unión, hasta que la edad y la razón se los permita.

“Que sea Claudia o Adán”, porque con el exsecretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Causabon, era decirle adiós a los equipos de Manuel Bartlett, a los Sánchez Cordero, a los Cantón Zetina, a los Mollinedo, a los Romo, Nahle y demás.

Con Marcelo Ebrard con el trono de mando y al frente de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación significaba “romper de tajo” los contratos y beneficios del hijo del presidente, de los familiares, amigos y cercanos, de los anexos y conexos.

Con Ebrard Causabon, también significaba regresar al tiempo de los medios hegemónicos, de las alianzas con las cámaras empresariales, hoy tan marginadas de la Cuarta Transformación. Se acababa también la polarización del país, para volver al dialogo y a la conciliación. Era decirle adiós a la cantaleta trillada de “liberales contra conservadores”.

Hoy que “Es Claudia”, Marcelo Ebrard ha entrado en una “interfaz” de berrinche: Valido o invalido por donde se le vea; pero la historia venidera juzgará al exjefe de Gobierno de la Ciudad de México como la tercera vez que se queda en la orilla de la elección presidencial.

Razón por la que ahora Ebrard ha quedado, alentado por su equipo político, con una necesidad aspiracional, personal y política del “es ahora o nunca” y de qué la política es de “ciencia, constancia y circunstancia”, por lo que sí no es ahora, puede no ser nunca y entonces, por aparte, alejado de Morena y de los presupuestos públicos de las entidades en donde la Cuarta Transformación gobierna, el llamado “carnal marchelo” buscará legitimarse como un tercer candidato, para destronar a Claudia Sheinbaum y a Xóchitl Galvez, o también, y porqué no, hay que decirlo, para facilitar el triunfo de Sheinbaum y de paso la continuidad de la Cuarta Transformación.